Por Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).
En el crepúsculo fugitivo del martes nueve de marzo de 1999 murió el amado don José Hazim Azar, sobresaliente ciudadano y distinguido hombre público de la sociedad de San Pedro de Macorís. Murió un hombre consagrado en procura de elevar por peldaños florecidos a su querido pueblo de San Pedro de Macorís en interés de integrarlo al signo luminoso de estos tiempos exigentes de cambios impuestos por el hoy globalizado modernismo tecnológico. Qué decir de este utópico y carismático personaje de bien ampliamente conocido y estimado por todos. Que sobrevivió al pasado oprobioso de la tiranía trujillista conquistando con peculiar esfuerzo un presente de realizaciones impactante que lo situó históricamente en el porvenir. Que cual ave Fénix supo remontarse sobre los derroteros traumáticos de la frustración para erguirse soberbiamente y descollar con esmerado ímpetu sobresaliente. Decir que encabezó y lideró la fundación de la Universidad Central del Este (UCE); que impregnó con sello resplandeciente y sudor de su empeño tenaz; de su entusiasmo quimérico, de su optimismo contagioso; el camino hacia el esplendor de su venerado y idolatrado pueblo de San Pedro de Macorís. Que de su conducta generosa, acrisolada con el temple de sus osadas y atrevidas ideas innovadoras y novedosas, tendente a convertir a nuestra ciudad en vanguardia de realizaciones, y lograr que renaciera como otrora cual “tacita de oro” que caracterizó aquellos pretéritos tiempos diezmados por la inercia forzada y el olvido de la inquina política intrínseco en la mediocridad de la miseria humana. Hablar de su mágico nacimiento el medio día del 19 junio de 1913 en San Pedro de Macorís, siendo hijo de sirios-libaneses, de Emeterio José Hazim Assy, su padre y Kamel Azar Azar, su madre. (Su padre nació en Basbina, Siria, y su madre, doña Kamel en Amiun. Regiones árabes que en ese entonces pertenecían a la dominación Siria, pero que hoy son territorios libre del Líbano), circunstancias tan especial que lo convirtieron en un ciudadano de tres nacionalidades, Sirio, Libanés y Dominicano. ¡Eureka por este Feliz comienzo biológico!
Decir con fuerza dimensional que formó junto a Doña Ninin Frappier una de las más bellas y admirada familia de la sociedad de San Pedro de Macorís, unión que produjo tres hijos, Randa, Mayra y Josecito, tres encantadoras prendas llenas de vitalidad, orgullo de su prole, que han sabidos tremolar con orgullo su bandera cargada de aportes para continuar sin desmayo su inconcluso proyectos de obras de bien.
La vida y obra de este eximio líder social y comunitario que con arrojo y valentía venció “molinos de vientos”, las injurias surgidas de estúpidas como frustratorias voces destempladas, que cobardemente sucumbieron al desafío de su tiempo que demandaba de ellos encabezar la lucha social y comunitaria para que resplandeciera aquella época reverdecida donde floreció la verde sonrisa de los petromacorisano, constituye una epopeya singular. Sólo el temple de su pesada reciedumbre podía constituirse en zapata indestructible que sostendría el rosario de la portentosas obras de bien como lo es la Universidad Central del Este, ( UCE), nuestro parques de Zona Franca, bancos comerciales, innumerables empresas y negocios de servicios, entre otros, lo cual de por sí obliga a un alto reconocimiento de su pluralizada figura. A que se le brinden todos los honores y homenajes posibles, las más distinguidas distinciones y el justo tributo a su memoria. Porque don José Hazim penetró el corazón de los indolentes que conscientemente eran indiferentes por San Pedro de Macorís y que en consecuencias nos mantenían postrados, relegados en el olvido. Hoy, gracia a su perseverancia; a su entrega y esfuerzo sin desmayo; a su fe indoblegable, que en ocasiones hizo que los incrédulos lo trataran con desdén, San Pedro de Macorís luce pujante, en el camino firme de su desarrollo y progreso.
La muerte será siempre un acontecimiento estremecedor; su entorno de solemnidad luctuosa conmueve y aflige sentimientos. Sobre el llanto desconsolado de los deudos asoma, fugaz, alguna impertinente brizna de silencio, demandando acaso atención compasiva. Trance irrepetible de ese instante místico que lacera el alma humana. Es el verdadero acto que sublimiza la vida rescatándola del olvido para reafirmar nuestra condición protagónica en el globo terráqueo como ente histórico social capaz de enfrentar exitosamente los avatares imprevistos que sobrevienen de la naturaleza. Éxtasis instantáneo y trascendental que logra acercarnos con la creación votiva de la madre naturaleza. Nunca, por más lapidaria que parezca, la muerte debe ser objeto de miedo, terror y hasta maldición; entendiéndola como la última empresa, la última jornada protagónica, el último acto de pureza redimido que emprende el hombre para perpetuarse. Con la muerte nos remontamos por rutas inciertas, sin embargo, dependiendo del ocaso, podemos tomar caminos de vida apuntalando desde el silencio lúgubre de la sombra el significado histórico y filosófico de nuestra realidad biológica y social dentro del género humano. La muerte consume sin conciencia la suma de virtudes que adorna el espíritu humano. Ante esta amarga posibilidad tenemos que apoyarnos en nuestra conciencia lúcida para convertir nuestro reposo finito en un baúl de legado de eterna presencia tangible, concretizado con todo lo que humanamente hayamos podido hacer o emprender, no importa el volumen de las cosas alcanzada sino la intención sana del objetivo; y si el fruto de esa faena traspasa nuestra rutinaria frontera personal entonces afianzaremos con creces nuestras perspectivas existencial, es la calidad y profundidad de nuestra conducta la que le dará conceptualización moral y filosófica a nuestra obra de vida insertándola inmensamente en el espacio y tiempo del devenir dialéctico e histórico. Cuando se vive con conciencia del valor de la vida la muerte tiende a reproducir nuestra vida en la profundidad de los corazones consientes, queridos y agradecidos. A la inmortalidad histórica y humana.
Por eso hoy al valorar desprendido de pasiones mezquinas, de sectarismo irracional, la presencia terrenal de don José Hazim Azar entre todos nosotros, nos vemos en la justa e imperiosa necesidad de sospesar en la balanza de la valorización personal, libre del interesado juicio crítico, el desarrollo de la conducta de este Macorisano sin igual, mesiánico, pero sincero. Espontáneo, recio en sus objetivos. Firme en sus creencias; en su preclaro pensamiento, dirigido en una sola dirección: hacer de San Pedro de Macorís la comunidad cualitativamente más destacada y sobresaliente en el camino del progreso regional, colocándola en una posición de respeto dentro de la competencia nacional. Este gesto de por sí constituye una proeza encomiable. Una actitud heroica. En un mundo con tantos héroes; con tantos luchadores por causas nobles y altruistas, resulta difícil reconocer la condición de héroe de don José Hazim Azar, frente a un conglomerado humano desdeñoso, cegado por exigencias e intereses personales, pero la impronta de este hombre está ahí, ilustrado firmemente por su cometida valiente y clara. Por eso sin haber construido una monumental obra literaria o haber encabezado un ejército libertador, puede, en su justo valor, recibir el pomposo título de héroe. Y así es. Don José Hazim descolló de tal forma, fue tan dimensional y descomunal su obra material; su aporte a la sociedad, que sin ningún menoscabo puede llevar este honroso calificativo, el título de héroe. Héroe porque se sobrepuso a los augurios derrotistas de sus detractores interesados, de sus críticos confundidos que neciamente le negaron el respaldo necesario para junto a él, estar a la vanguardia este proceso de cambio, de creatividad productiva y social; de construcciones y realizaciones que ha generado miles de empleos, la ocupación de manos de obras ociosas, de la formación académica y técnica de miles de profesionales que hoy exhiben orgullos sus diplomas y títulos universitario; y de los que también disfrutan de una vida descansada, tranquila, confortable, decente y digna como resultado de este proceso público encabezado por nuestro inolvidable don José Hazim Azar.
Don José Hazim cual Quijote moderno venció… Pero con él también triunfamos todos. Todos los que amamos este pueblo y no cejamos en la empresa de llevarlo al puerto del éxito consumado. Nadie en toda nuestra historia más que centenaria puede exhibir la hoja de servicio y los logros obtenidos en buena lid por éste inconmensurable líder social comunitario de probada grandeza. Como todo héroe era profiláctico en el empeño de su obra para blandirla con jactancia, con arrogancia y hasta con soberbia porque, quizás sin proponérselo, sin percibirlo conscientemente, nunca se sintió plenamente satisfecho de su hazaña. Cual verdadero héroe buscó siempre nuevo motivo de lucha, nuevas trincheras para continuar el combate. Quien dice que ningún héroe se retira. Por eso hasta los umbrales del ocaso invernal de su existencia luchó. Luchó para que no pereciera nuestra industria azucarera referencia obligada del pasado esplendoroso que apuntaló en el horizonte a San Pedro de Macorís. Época de gloria nunca olvidada. Luchó para que tuviéramos un trasbordador turístico Ferry surcando las aguas nostálgicas de nuestro río Higuamo.
Luchó para que los cientos de trabajadores de los centrales azucareros disfrutaran de una vivienda acogedora en el proyecto Villa Azucarera que concibió junto a otro visionario desarrollista de estos lares, el inolvidable Rafael Antonio Jarvis. Luchó por el ensanchamiento de todas las conquistas obtenidas; de todas las metas alcanzadas.
Luchó por la reconstrucción y modernización del Puerto local. Luchó contra el desempleo que nos flagelaba abriendo nuevos centros de producción y contribuyendo a que otros sectores emularan su accionar, siendo una referencia de confianza y seguridad para los potenciales inversionistas nativos y extranjeros. Y lucho también contra la muerte misma no negándose a morir sino recibiéndola con dignidad y humildad, nunca desafiándola porque jamás le temió, convencido de que sólo a través de la muerte consagraría su obra cumbre: la inmortalidad de su vida.
Hoy reconocemos su inconmensurable y encomiable aporte al desarrollo cultural, social y económico no solo de nuestro amado Macorís del Este sino extendida a todo lo ancho de la geografía nacional. Portentoso es su legado de bien. Y es, que don José Hazim trascendió las posibilidades de su entorno, del limitado especio fronterizo de su tiempo para convertirse en una extendida verdad consubstancial. En certidumbre proyectos e ideas de engrandecimientos los cuales rebasaban los parámetros convencionales y rutinarios del inmediatismo burocrático, del teoricismo flemático, de los cuestionamientos barnizados de justificaciones rimbombantes carentes de objetivos concretos. Cada idea y proyecto concebido por su recia personalidad era emprendido con optimismo, confianza y fe en el porvenir de la patria.
Su estilo directo, franco, preciso contagió a muchos de sus allegados y relacionados, intrépidamente asumía el liderazgo de su conglomerado imbuido de una disposición férrea por hacer las cosas y triunfar. No reparaba en nada en aras de proyectar apasionadamente sus ensueños ancestrales sin detenerse en las posibilidades de su alcance y resultados. Creía en la ilusión como antesala de la realidad. Vivía convencido de la certeza de sus planes. Nadie que no tuviese el profundo carisma; la amplia visión, la tenacidad y capacidad emprendedora de don José Hazim, de cuya diestra, laboriosa y fecunda mentalidad brotaron tantos proyectos e ideas renovadoras, podía llevar la carga de bellas ideas que él lideró, y cuya sin igual proeza dividió la historia de San Pedro de Macorís en un antes y después de él. Esto de por sí constituye una acción inmortal propia de héroe.
Ahora su obra nos queda como elocuente presencia de su vida inmortal. Como referencia permanente en la conducción de nuestro futuro. Manifestación patética de nuestra realidad histórica. Ahora es estrella guía de las presentes y futuras generaciones responsables de imprimirle sentido innovador a la continuidad de su legado.
Adiós don José, tan estimado y respetado, paradigma de tenacidad. Hoy un ejército de unión de corazones te despide sinceramente dolidos. Pero tú no has muerto. Ningún héroe muere, máxime si es esperanza en la búsqueda del futuro. Quien dijo que la esperanza caduca, que muere; en tí ella es permanencia reconfortante, inextinguible llama de vida, motivación de lucha por un devenir decente y justo. Hoy tu figura se agiganta, se multiplica en cada profesional surgido de las aulas de la Universidad Central del Este; en cada segundo de producción y empleo resultante de las empresas por tí levantada. Eres continuidad sobre el tiempo de la vida. Generosa majestad de sueños. Sublevación necesaria contra razones conservadoras.
Adiós adalid por el cambio en aras de un macorís mejor. Adiós solidario amigo, abogado, periodista, empresario, consejero, humanista, filántropo y mejor líder comunitario. Adiós excelente padre, comprensivo y recio. Adiós consecuente esposo. Adiós petromacorisano ilustre, héroe moderno de nuestro amado San Pedro de Macorís…. Adiós gladiador invencible que alcanzaste la gloria…
¡Descansa en paz don José del alma!
Un reportaje especial: Don José Hazim Azar
Por Enrique Cabrera Vásquez
Nota: este trabajo fue elaborado por el autor en principio como práctica de redacción periodística en la Universidad Central del Este (UCE), cuando cursaba dicha carrera, a solicitud del profesor Adriano de la Cruz, que pidió un reportaje sobre la foto de un personaje. Luego se publicó como reportaje en el periódico Macorix, edición segunda quincena de Agosto de 1983, y nuevamente reproducido en el tabloide Macorix en Nueva York, en Octubre de 1990).
SAN PEDRO DE MACORIS.- Sus peculiares gestos, la inquietante mirada, los rasgos de su rostro; de su semblante sirio-libanés, su positiva actitud ante la vida, su sápido serpentear social protagonizando el impulso de los valores olvidados de la autenticidad petromacorisana, con su pasionaria carga de desvelo por su siempre amado San Pedro de Macorís acentuando rigurosamente su plateada cabeza, entre otras de sus destacadas pluralizada facetas físicas y personales indican patéticamente las duras faenas, el duro batallar, los valiosísimos años de dedicación para lograr impulsar el desarrollo de una institución, que como la Universidad Central del Este ( UCE), más que el símbolo del saber, la ciencia, la tecnología y la cultura de la Región Este, la misma representa el inicio de una nueva etapa de crecimiento material y social transformadora del anquilosado orden estructural de nuestra provincia, prisionera en la postración y el abandono; ignorada y olvidada por todos los gobiernos de los últimos tiempos.
Es don José Hazim Azar, el pujante batallador de muchas empresas, el desafiante abogado que asumió sobre sus hombros el enorme e histórico reto de liderar esa vasta institución pedagógica y académica de tan alta significación dimensional como lo es la Universidad Central del Este (UCE), ícono emblemático de nuestro presente y futuro histórico desde el mismo día de su nacimiento.
En esta foto o retrato, nos expresa la simbología perenne de sus incansables preocupaciones, porque a pesar de que la UCE es hoy por hoy una sólida institución consolidada y en desarrollo, él no tiene descanso, para él no hay paz, pues a pesar de los logros de su indescriptible hazaña, él sigue desvelado por su amado y ancestral San Pedro de Macorís. El Macorís histórico de la danza cocola, caña y azúcar, poetas, intelectuales, lar de grandes vates dimensionales, de inmensa mujeres legendarias, de hombres y mujeres de bien, hacedores de jornadas llenas de epopeyas ejemplares.
Es don José Hazim Azar un consuetudinario emprendedor de proezas, de empresas difíciles, él es una especie de expresión de “reto al destino”.
Sus expresiones y rasgos físicos, son preguntas interminables… respuestas cortantes. Su visión pragmática le imprime sello inmortal a su conducta cuyas ideas de cambio tienden a transformar, inmediatamente, lo sombrío en luz de esperanza, sus propuestas son bien acogidas como la esperada aurora que subvierte la pesarosa madrugada incierta. Con el acierto de su sapiencia recoge atinadamente las continuas preguntas que traspasan la rutina surgidas de ese laborantismo de la producción social del trabajo creativo e innovador, de la competitividad del desarrollo de nuestra realidad social, las responde con el acierto de un inmenso líder, y sus palabras, concatenadas con una inmediata reacción, surgen al unísono en rápidos planteamientos concretos, de soluciones instantáneas. Ejemplo de ello lo tenemos en la UCE, en lo que es hoy, desde 1970, nuestra Sultana del Este, el Macorís del Mar Caribe. El de los bellos atardeceres que inspiró a nuestro Pedro Mir a proclamar en su trascendental poema de vida y aliento, Hay un país en el mundo, « colocado en el mismo trayecto del sol. Oriundo de la noche. Colocado en un inverosímil archipiélago de azúcar y de alcohol.»
Don José nunca luce abatido por el peso de los más de 70 años, no muestra ningún cansancio, no se le ve agotado, no hay desesperación, parece no sentir en sus condiciones fisiológicas el peso de los años, o el esfuerzo del trabajo. No, todo lo contrario, luce vigoroso, jovial, alegre, emprendedor, dispuesto, siempre a la expectativa de algo nuevo, presto a iniciar cualquier nueva magna jornada; listo siempre a comenzar otra nueva jornada en favor de su amado San Pedro de Macorís.
No exhibe tranquilidad, tampoco prisa, transforma su trabajo en símbolo de su perenne obra social, cultural, pedagógica, arquitectónica, académica, monumental, filantrópica, humana, cooperativista e histórica: la Universidad Central del Este. Esa es la característica expresiva de este retrato, sus ademanes buscan quizás la colaboración del cosmos, o tienden a darle fuerza material-personal a las explicaciones que encierra su ejemplarizante práctica.
Los años que exhibe el retrato son las consecuencias naturales del proceso biológico de sus células, pero detrás de esta realidad física está su alma, sus ideales pragmáticos, sus ideas de bien, y sus sueños quiméricos que algunos escépticos tildaron de ilusos y fantasmales.
Tras su acuciante mirada, escudriña en el horizonte el inmenso poder de sus logros materiales y sociales.
Pero por encima de todo esto, quizás lo más llamativo, lo más sugestivo es su poder de convencimiento y de decisión. Su mágica voluntad personal. Con humildad y sencillez personal exhibe una catapultadora personalidad; una elocuente personalidad de padre, de guía, de conductor, de maestro, la de un líder carismático; la de profesional triunfador, y de la gran satisfacción del deber cumplido.