23 dic 2011
Celebración del Día de Los Diáconos, fiesta de San Esteban
SAN PEDRO DE MACORÍS, R.D.-El lunes 26 de diciembre, los Diáconos Permanentes de la Republica Dominicana celebraran el “día de los diáconos” en la fiesta de San Esteban, Protomártir y diacono.
Los diáconos permanentes de la diócesis de San Pedro de Macorís, celebraran este día con una eucaristía presidida por el obispo Monseñor Francisco Ozoria, a las 6:00 pm, en la Catedral San Pedro Apóstol de esta ciudad de San Pedro de Macorís, a la que han sido convocados todos los fieles y agentes de pastoral de la diócesis.
Aunque a nivel general o mundial, se celebra el día de los diáconos el 10 de agosto, fiesta de San Lorenzo, (uno de los cuatro diáconos que sufrió el martirio junto al Papa Sixto hacia el año 258 d.C.), en el país, a solicitud de la Comisión Nacional de Diáconos Permanentes, la Conferencia del Episcopado Dominicano (los obispos), determinó que se celebrase en la fiesta de San Esteban, uno de los primeros diáconos y considerado el primer mártir de la fe cristiana.
Desde los orígenes de la Iglesia y durante muchos siglos, los diáconos, junto con los obispos y presbíteros, estuvieron presentes participando activamente en la proclamación del Evangelio, las celebraciones litúrgicas y sobre todo, en la “diakonía” o servicio a los pobres y menesterosos.
La primera gran referencia en cuanto al origen e institución del diaconado se remonta al libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 6), cuando los mismos apóstoles ante el rápido crecimiento de las comunidades y al darse cuenta de que no se daban abasto para satisfacer sus necesidades, nombraron para que les ayudaran en el “servicio de las mesas” a siete hombres rectos y oraron y les impusieron las manos. Entre ellos estaba Esteban, quien por anunciar el mensaje de Jesús fue apedreado y muerto convirtiéndose en el primer mártir de la Iglesia
En las epístolas de San Pablo y en otros escritos del Nuevo Testamento, así como en los escritos de los Padres Apostólicos, los diáconos están integrados junto con los obispos y presbíteros en la jerarquía que dirige a la naciente Iglesia y desempeñan un papel importante en el servicio de las comunidades y en la difusión de la Buena Nueva.
En esos tiempos, la jerarquía de la Iglesia esta integrada por los obispos, pastores y guías de las comunidades, los presbíteros, que auxilian a los obispos y presiden la celebración de la Eucaristía y los diáconos, quienes bajo los obispos se ocupan “del servicio” a las comunidades.
El diaconado floreció de modo particular, en los primeros siglos de la Iglesia, tendiendo luego a ir desapareciendo paulatinamente y quedando reducido su ejercicio o ministerio a un eslabón mas para el camino al sacerdocio, quedando solo como ministerio transitorio al presbiterado.
Aunque existieron varios intentos de varios sectores de la Iglesia por reanudar la restauración del diaconado como ministerio propio, no es sino hasta la celebración del concilio Vaticano II (1964), que se decreta su pronta restauración, dejándose a la potestad de la misma a las diferentes conferencias episcopales de cada país.
En nuestro país, las primeras ordenaciones de diáconos permanentes se dan en el 1965, en la Diócesis de Santiago de los Caballeros, con Monseñor Roque Adames (f), quien fue un gran estandarte en la propagación de las vocaciones a este ministerio, así como de los ministerios laicales.
Con el paso del tiempo, las demás diócesis han ido abriendo sus puertas a la instauración del diaconado permanente, evidenciándose un notable crecimiento de las vocaciones a este ministerio especial.
Los candidatos al diaconado permanente pueden ser: hombres casados, solteros o viudos, que hayan cumplido al menos 35 años de edad, tengan mínimo 5 años de matrimonio (los casados), ejerzan algún ministerio pastoral, preferiblemente animadores de comunidades y catequistas, que tengan su propio medio de sustento o empleo y que cuenten con la anuencia o permiso escrito de sus esposas para el ejercicio del ministerio.
El diaconado se recibe por el sacramento del Orden y de manos del obispo, en el tercer grado del Orden Sacerdotal. El primer grado corresponde al obispo y el segundo, al presbítero o sacerdote.
Entre las funciones que competen al diacono están: presidir las celebraciones en ausencia del sacerdote, distribuir la comunión a los fieles, administrar el bautismo y la bendición del matrimonio, presidir las exequias fúnebres, celebrar sacramentales, bendiciones, y acompañar pastoralmente en la dirección de pequeñas comunidades, así como la promoción humana y social que están intrínsecamente unidas a su ministerio.